Pedro García Otero10 mar 2017Llorar frente al fregadero por el hambre en Venezuela Disculpen que comience esto en primera persona. Soy un hombre de 50 años, en un estado físico relativamente bueno, sin problemas de depresión aparentes, salvo los que implica vivir en una sociedad como la de Venezuela, que se desmorona. Y de esto, justamente, quiero hablar: De cómo fregando unos platos, el pasado sábado, sentí dolor por mi país, por la gente de la sociedad en la que vivo, y cómo esa experiencia se ha ido juntando con otras sobre lo que significa el arduo destino de ser un venezolano de este tiempo. Mi esposa me encontró llorando en la cocina. Era sábado en la mañana, y lo que llaman los psicólogos el “tren de pensamientos” que me llevó a eso fue el siguiente: En el fondo del fregadero reposaba una olla en la que se había cocinado un arroz. Como es natural, parte del arroz pegado a la olla había salido con el agua y el jabón. Era una porción considerable: Servía para dar de comer a una persona. La coloqué en un colador, y comencé a escurrirla con agua limpia, porque “en un rato alguien buscará en la basura, se la comerá, y por lo menos no se la va a comer con jabón”.
Disculpen que comience esto en primera persona. Soy un hombre de 50 años, en un estado físico relativamente bueno, sin problemas de depresión aparentes, salvo los que implica vivir en una sociedad como la de Venezuela, que se desmorona. Y de esto, justamente, quiero hablar: De cómo fregando unos platos, el pasado sábado, sentí dolor por mi país, por la gente de la sociedad en la que vivo, y cómo esa experiencia se ha ido juntando con otras sobre lo que significa el arduo destino de ser un venezolano de este tiempo. Mi esposa me encontró llorando en la cocina. Era sábado en la mañana, y lo que llaman los psicólogos el “tren de pensamientos” que me llevó a eso fue el siguiente: En el fondo del fregadero reposaba una olla en la que se había cocinado un arroz. Como es natural, parte del arroz pegado a la olla había salido con el agua y el jabón. Era una porción considerable: Servía para dar de comer a una persona. La coloqué en un colador, y comencé a escurrirla con agua limpia, porque “en un rato alguien buscará en la basura, se la comerá, y por lo menos no se la va a comer con jabón”.