Roberto Mata11 may 2017“Mamá, Pedro es a quien arrolló dos veces la tanqueta” “A las 4 y 45 p.m llamaron de la Clínica El Ávila. –¿Usted es familiar de Pedro Yammine?–Sí, la mamá.–Pedro está herido acá en la clínica. Necesitamos que un representante venga.–¿Cómo está mi hijo?–Necesitamos que venga Pedro había estado en la casa media hora antes para buscar agua. Yo le pedí que subiera, que se quedara, pero me dijo que tenía que seguir. La protesta había sido reprimida y desplazada de la autopista Francisco Fajardo hasta Altamira y se fue. Era 3 de mayo. Vivimos a tres cuadras de la Torre Británica, en Bello Campo. Demasiadas bombas, demasiados disparos, demasiado gas, demasiado todo. Esa mañana desayunó su menú favorito: huevos, arepa y jugo. Se lo hago yo. Él cocina pero no perdona que no le haga el desayuno. Salió a la una de la tarde a protestar, como ha hecho en casi todas las marchas. Es fotógrafo, pero nunca hace fotos de las manifestaciones, sólo hace fotos para enaltecer la belleza del país. Acaba de hacer un curso de fotografía submarina para mostrar los corales de Venezuela, eso me dice siempre. Colgué el teléfono. Temblaba. No conseguía las llaves. No encontraba cómo ir. Un vecino me llevó. Nos tomó hora y media recorrer dos kilómetros. A Pedro lo llevaron en moto dos hermanos. Tenía siete costillas fracturadas, ambos omóplatos, aire en su cuerpo, fuera de los pulmones y varias cortadas y raspones. Llegó consciente. La enfermera le preguntó qué había almorzado. El respondió: gases lacrimógenos. Tiene 22 años, no es bachiller aunque quiere serlo, es ambidiestro, se hace llamar Pedreishon solo para burlarse de mí. Vive para la fotografía.
“A las 4 y 45 p.m llamaron de la Clínica El Ávila. –¿Usted es familiar de Pedro Yammine?–Sí, la mamá.–Pedro está herido acá en la clínica. Necesitamos que un representante venga.–¿Cómo está mi hijo?–Necesitamos que venga Pedro había estado en la casa media hora antes para buscar agua. Yo le pedí que subiera, que se quedara, pero me dijo que tenía que seguir. La protesta había sido reprimida y desplazada de la autopista Francisco Fajardo hasta Altamira y se fue. Era 3 de mayo. Vivimos a tres cuadras de la Torre Británica, en Bello Campo. Demasiadas bombas, demasiados disparos, demasiado gas, demasiado todo. Esa mañana desayunó su menú favorito: huevos, arepa y jugo. Se lo hago yo. Él cocina pero no perdona que no le haga el desayuno. Salió a la una de la tarde a protestar, como ha hecho en casi todas las marchas. Es fotógrafo, pero nunca hace fotos de las manifestaciones, sólo hace fotos para enaltecer la belleza del país. Acaba de hacer un curso de fotografía submarina para mostrar los corales de Venezuela, eso me dice siempre. Colgué el teléfono. Temblaba. No conseguía las llaves. No encontraba cómo ir. Un vecino me llevó. Nos tomó hora y media recorrer dos kilómetros. A Pedro lo llevaron en moto dos hermanos. Tenía siete costillas fracturadas, ambos omóplatos, aire en su cuerpo, fuera de los pulmones y varias cortadas y raspones. Llegó consciente. La enfermera le preguntó qué había almorzado. El respondió: gases lacrimógenos. Tiene 22 años, no es bachiller aunque quiere serlo, es ambidiestro, se hace llamar Pedreishon solo para burlarse de mí. Vive para la fotografía.