Cientos de poemas de dolor y una revolución desesperada: El cuerpo
Su cuerpo dejó de ser suyo,
innumerables manos lo han tocado.
Amoratado, mordido, golpeado, arañado.
No reconoce cuantos días han pasado,
recuerda los rostros que lo han ensuciado,
todos uniformados, disfrutando,
generando dolor sin protección.
Ese cuerpo puede ser de María, Luisa,
Jeyni, Luis, José, Jeffrey.
Ella o él es un estudiante,
tiene menos de veinte años.
Él o ella salió a protestar una mañana,
luchando por palabras que desconoce
por intangibles,
Democracia, libertad, igualdad.
Llevaba una pancarta, un escudo de madera,
una máscara antigás, o simplemente
las ganas de gritar.
Un uniformado, policía o militar,
aquel que juró defenderlo, defenderla.
Lo apresa, la apresa
sin razón, sin explicación.
Ella o él está en un calabozo.
La oscuridad, la suciedad, el terror
rodea al cuerpo
que desconoce
cuando el ultraje volverá,
cuando el uniformado atacará.
Ese cuerpo no está perdido,
está secuestrado, enjaulado
por una justicia
que hace muchos años
es sólo sumisión.
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