Impotencia
La nieve amarga mis días.
Descubrí unos niveles de frío
que parecen irreales.
Mis días pasan sin hablar español,
acompañada de nuevos amigos
que no conocen el miedo
al hampa, a salir de noche.
Amigos que no comprende Venezuela.
No, no es el acento lo que me hace
emigrante.
Tampoco el asilo político
que me permite vivir aquí.
Es la obsesión por Venezuela.
Es Twitter, Facebook, Whatapp,
es ver TV Venezuela.
Olvido que no vivo en mi tierra.
Olvido que dejé atrás mi país.
Me elegí, elegí a mi familia.
Elegí seguridad, comida y sanidad.
Quizá me rendí,
quizá abandoné a Venezuela.
Hay días que me arrepiento.
Sueño con estar en cada protesta,
plantón, marcha, guarimba.
El corazón se me detiene
con cada joven herido, asfixiado.
Lloro, lloro, lloro por cada asesinado,
No dejo de pensar en sus madres.
¿Es posible extrañar a quien no conociste?
Una parte de mi muere con cada cadáver
Los lloro, los sufro, los envidio.
Envidio su valentía, su convicción,
su lucha por un país mejor.
Ellos no se fueron. Yo lo hice,
A ellos los mataron.
Vivo en un país extrañando otro.
Vivo la perfección que soñaba,
la seguridad que deseaba,
pero con la mente en mi tierra
y el corazón con los asesinados,
heridos y torturados.
No hay nada que pueda hacer,
sólo llorar y retwittear.
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