Ironías de Caracas
Érase una vez cuando en Caracas todo el mundo tenía un Blackberry. Ya nadie recordaba como mandar mensajes de texto y mucho menos ellos no sabían como hacer una llamada (en especial porque usar el teléfono en la calle terminaba en consecuencias tan grandes como que unos maleantes te robaran el celular o incluso matarte para robarte el celular).
El punto es que todos o casi todos en la ciudad (siempre hay pelabolas) tenían un Blackberry y se comunicaban a través de un exclusivo chat donde cada usuario tenía un BB Pin (formado por una mezcla arbitraria de letras y números), el BB Pin servía también para poner una foto de perfil y colocar estados emocionales (sí, hoy eso es normal pero créanme hace unos diez años era toda una novedad).
Mario estudiaba en una universidad privada al oeste de la capital venezolana. Si bien en el instituto había estudiantes de todas las clases sociales, la mayoría la ciudad pensaba que los alumnos eran todos muy adinerados. En consecuencia, los malandros de los alrededores trataban de robar y secuestrar a los estudiantes a toda hora. Mario fue una de las víctimas de la inseguridad.
Él salía de la estación del metro y se dirigía a la entrada de la pasarela de la universidad cuando un malandro lo detuvo. El hombre moreno de unos veintipico de años lo amenazaba con un revolver.
-“Pana, dame tu Blackberry”.
Mario se asustó un poco pero no entró en pánico, ser asaltado en Caracas era parte de la norma. Cualquiera de sus cinco millones de habitantes había sido asaltado al menos tres veces en su vida. Con la mayor dignidad que pudo contestó:
-”No tengo Blackberry”.
-”Panita, dame tu Blackberry o te quiebro aquí”, le dijo el malandro mientras le apuntaba con el arma. Todo esto ocurría mientras decenas de personas caminaban a su lado porque los caraqueños tenían la cualidad de ver sin mirar, ellos sólo caminaban como corriendo mientras esquivaban criminales.
-”En serio, no tengo un Blackberry”, trataba de convencerlo Mario, mientras le enseña un celular Nokia que salió al mercado tres años antes.
-”Me estoy cansando, dame tu Blackberry”.
-”De verdad que no tengo”.
La cara del malandro cambió por completo. Finalmente le creyó.
-”¿De verdad no tiene un Blackberry?”
-”No, no tengo.”
-”Panita y cómo haces.”
-”¿Haces qué? ”
-”Andar sin Blackberry”
-”No sé.”
El malandro se metió la mano en el bolsillo y sacó un celular.
-”Panita, toma este Blackberry, lo robé hace como una hora”.
La cara de sorpresa de Mario lo decía todo. Pasó de ser asaltado ahora era cómplice de un robo.
-”No gracias, no hace falta. ”
-”Agárralo panita. Yo sé lo chimbo que es andar sin Blackberry”, le dijo el malandro casi con dulzura.
-”No en serio, no gracias.”
-”Está bien mi pana, pero si un día quieres uno o alguien trata de joderte, sólo tienes que preguntar por mi por aquí. Yo soy El Culebra. ”
Con un afectuoso apretón de mano el criminal se despidió de Mario quien se fue corriendo a presentar el parcial que tenía en diez minutos.
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