Cientos de poemas de dolor y una revolución desesperada: Jairo Johan
Todo comenzó un jueves,
Quizá todo continuó,
En realidad, todo terminó
Para Jairo Johan
El seis de abril.
Una protesta más,
tan fácil como reunirse en la autopista
y gritar.
No era una marcha, ni una guarimba,
era la frustración expresar.
Jairo no llamó a su mamá esa noche,
decidió encapucharse,
sólo sus ojos estaban al descubierto.
Permaneció en el centro de la manifestación
cuidándose de la autoridad,
escondiéndose de ella.
Sabía dónde estaba el peligro,
sabía que el gobierno mata.
El cielo se cubría de piedras,
molotov, lacrimógenas y frustración.
Jairo gritaba, clamaba.
Su rostro encubierto no divisó
al policía que se acercaba,
al policía que lo apuntaba,
al policía que le disparaba.
al policía que le dejaba
con un agujero en el pecho.
Sus diecinueve años terminaron
ese día.
Una alfombra de vidrios,
cascos de balas,
el cuerpo sin vida de Jairo Johan.
La Panamericana
nunca fue más peligrosa,
ni estuvo más desolada.
Todo comenzó el seis de abril.
Todo terminó para Jairo ese día,
continuó para Venezuela
por otros ciento veinte días más.
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