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Cuentos de hadas a la venezolana: La princesa y el chavista... perdón el sapo


Érase una vez una chica (bueno no tan chica, tendría ya más de treinta) llamada Lady Diana. Ella había buscado el amor desde que tenía trece años, todo por culpa de "Salvado por la Campana", "El Club de los Tigritos", de las películas de Disney y de Sandra Bullock, que le metieron en la cabeza una idea equivocada del amor, del romance, del sexo y de los hombres. Lady vivía en un hermoso reino (okey, en un país) llamado Venezuela donde el caos, la corrupción, el desorden, la locura y la nostalgia eran el día a día. Venezuela llevaba dos décadas gobernada por líderes llamados chavistas, unos déspotas y genocidas que convirtieron al país en un despojo de dolor.

El chasco amoroso que lo comenzó todo para Lady fue a los catorce años con su primer novio, Iván, un moreno guapo que le montó cachos porque Lady no se decidía a acostarse con él (al mejor estilo de Donna en Beverly Hills). Ese guayabo le duró varios meses, al fin y al cabo, se le juntó el primer amor con el primer desengaño. Luego le llegó el turno a Luis. Con él perdió la virginidad y estuvieron varios años juntos. Él no era un mal novio, pero era muy aburrido y bailaba muy mal. La relación finalizó en buenos términos y hasta el día de hoy se saludan en los cumpleaños.

Después de Luis salió con varios chicos, pero no tuvo nada formal hasta que llegó Miguel. Miguel era el típico chamo que tiene cara de pendejo, de que no te mata una mosca, pero que al final te fastidia la vida. Lady estaba muy enamorada de él. Hacía cualquier cosa por ese hombre y él... pues no la quería ni la mitad, pero eso sí, estaba muy cómodo con Lady ocupándose de todo en la relación. Lady no quería ver la realidad y se montó un mundo imaginario donde Miguel la amaba como si fuera Víctor Cámara en cualquier telenovela.

Finalmente, Miguel se los puso bien puestos y no era la primera vez. Lady lo descubrió todo el día en que le revisó el celular (no se debe revisar el celular de un novio porque uno descubre lo que no quiere saber). Para el momento en que explotó el verguero, estaban con planes de boda y apartamento medio comprar

Esta ruptura fue muy dura para Lady. Cayó en depresión seria. Tardó varios meses en recuperarse e hizo lo que todos hacemos despechados: empezó el gimnasio, se acostó con un par de exnovios, se compró ropa nueva y se fue de viaje.

Estando un poco más recuperada su mejor amiga, Virginia, le recomendó leerse las cartas con una bruja buenísima. Esta bruja le había adivinado a Virginia que conseguiría un nuevo trabajo, un nuevo novio y además, donde vendían carne a buen precio.

Después de tanta insistencia, Lady fue a ver a la bruja quien era, contra todo pronóstico, una mujer de sesenta años que parecía una ama de casa normal y corriente y que además vivía en una zona acaudalada de la ciudad.

Lady estaba un poco escéptica al comienzo, aunque la bruja se la ganó pronto adivinado cosas de su pasado que Lady no esperaba que la mujer supiera. La primera premonición de la iluminada fue un viaje en menos de tres meses al exterior. A nuestra protagonista le dio la risa porque no tenía ni pasaporte, ni dólares, hasta ir a Cúcuta era un reto para ella.

La segunda revelación cambiaría la vida de Lady para siempre:

“Veo que no has tenido más que sombras en el amor. Las cartas me dicen que sólo encontrarás al amor de tu vida después de besar un sapo.”

“¿Un sapo? ¿Cómo el cuento de hadas? ¿Te estás burlando de mí? ¿Cómo un sapo se va a convertir en un tipo?”

“No dije que el sapo se va a convertir en un hombre. Yo te digo lo que las cartas indican, y ellas señalan que vas a ser feliz luego de besar un sapo.”

La cara de escepticismo de Lady hizo que la bruja insistiera:

“Las cartas no mienten. Hace poco le dijo una chica que su madrastra quería matarla y que siete hombres la ayudarían, a otra le vi que encontraría el amor en Miami con un pelotero, y hasta conocí a una chica que se durmió por treinta años. Todo es posible en Venezuela.”

Lady salió poco convencida con las palabras de la bruja, Virginia en cambio estaba encantada porque le tenía tanta fe a esa bruja como a El Nazareno de San Pablo. Sin importarle el escepticismo de su amiga, Virginia se puso a buscar un sapo, cosa que tiene todo el mérito del mundo en la Venezuela de Maduro porque la falta de comida hace que la gente se coma yuca venenosa, mangos peligrosos, perros callejero y bueno... hasta sapos.

Virginia que era muy terca consiguió uno en casa de una amiga que tenía una quinta y el croar del sapo no la dejaba dormir en las noches. Así que Virginia llegó a casa de Lady con un sapo gordo y asqueroso en la cartera. Al verla, Lady no sabía si reírse o echar a Virginia de su casa.

“Vamos Lady bésalo. Un piquito en la boca,” decía Virginia como si besar a un sapo fuera algo sencillo.

“¡Qué asco!”

“No vas a perder nada por probar.”

Lady decidió hacerle caso. Agarró el sapo con sus dos manos y posó sus labios en el sapo y… no pasó nada. El sapo se quejó, Lady casi se vomita y Virginia grabó todo con su celular. Lady pensó que nunca besaría nada más asqueroso en su vida (y se equivocaba). Virginia le pidió paciencia: “Obviamente el sapo no se va a convertir en un carajo, ahora tenemos que esperar que tu papirruqui aparezca. Ya verás que en nada estás vestida de blanco.”

Pasaron los días, las semanas y lo más que recibió Lady fue un arrescostón en el metro.

Lady estaba tratando de olvidarlo todo cuándo Virginia retomó el tema.

“Yo sé lo que nos pasó. Nos tomamos lo del sapo muy al pie de la letra. Lo del sapo metafórico.”

“¿En serio?”

“Sí, sí fue eso.”

“Virginia no estás entendiendo mi sarcasmo, no me interesa nada de esto. La bruja se equivocó y punto.”

“Ella no se equivoca ya te lo dije. Y ya sé dónde está la metáfora.”

“A ver ¿dónde?”

“En Rodrigo.”

“¿Cuál Rodrigo?”

“El del colegio. Te tienes que acordar que siempre nos echaba paja con las monjas.”

Ante la sorpresa de Lady, Virginia continuó: “No te hagas la loca que lo tienes en Facebook. Pues él sigue igual de pajuó, él fue quien le contó mi cuñada lo de mi hermano con la stripper. Rodrigo es un sapo y siempre lo ha sido.”

Lady buscó el perfil de Rodrigo en Facebook porque no tenía ni idea de quien era y se encontró a un tipo soso, gordito y con cara de perdido.

“No crees que Rodrigo es el amor de mi vida.”

“No vale, él es el sapo que tienes que besar.”

“¿Qué esperas que haga? ¿Qué le mandé un mensaje por Facebook, lo citó en un café, le digo hola y le meto la lengua la boca?”

“Más o menos. Voy a hacer una reunión en mi casa con la gente del colegio, vamos a invitar a Rodrigo. Tu vas a beber mucho y él también. Luego para recordar viejos tiempos jugamos a la botellita, y listo así lo besas.”

Todo le parecía tan loco que Lady no tenía ni ganas de discutir. Al final dejó a Virginia con su locura. En efecto, invitaron a los amigos entre ellos Rodrigo (más soso y con más cara de bobo que nunca), se cayeron a chupitos, se pusieron a jugar la botellita y Lady se dio los besos con Rodrigo, quien para tener cara de tonto intentó meter mano varias veces. Al día siguiente, Lady despertó con un ratón moral gigante, con un montón de mensajes de WhatsApp de Rodrigo y por supuesto ganas de matar a Virginia.

La vida siguió su rumbo y el papacito nunca llegó, sólo un Rodrigo muy fastidioso a quien tuvo que bloquear de Facebook. La verdad es que la idea de la bruja y el sapo se le hubieran olvidado a Lady sino fuera porque pasó algo inesperado. La bruja pegó lo del viaje. De la nada le salió a Lady un viaje inesperado a Punta Cana con un tigrito que ella tenía. El viaje fue tan repentino que ella seguía sin pasaporte y por supuesto con el caos que hay ahorita para renovar la libretita azul y con los precios para obtener la renovación que superan los $1000, Lady no pudo ir, pero eso la dejó pensando en lo del sapo así que retomó el asunto con Virginia.

Su amiga estaba más que feliz porque ella si que no había olvidado el tema y había seguido investigando. Se citaron al día siguiente un café donde vendían tortas de chocolate muy buenas, y la verdad Lady iba a necesitar mucho chocolate para lo que le venía.

“Me alegro de que retomarás la idea de la bruja porque yo no lo he dejado ni un minuto. Me he leído todo los libros y páginas webs sobre premoniciones y el significado de los sueños porque quería saber qué simboliza un sapo en este tipo de situaciones.”

“¿Qué encontraste?”

“Después de leer mucho, encontré que el sapo representa a una persona equivocada que hace daño, además es terca y peligrosa.”

“¡Qué feo! ¿No?”

“Sí. Y luego de pensarlo mucho creo que el sapo, o lo que metafóricamente el sapo representa es a un chavista. Coincide perfecto con la descripción: una persona equivocada que hace daño, es terca y peligrosa.”

“¿Un chavista? ¡Ni loca! Prefiero besar de nuevo al horrible sapo que me llevaste a la casa.”

“No sé Lady, es un sacrificio para poder encontrar al amor de tu vida. Al final vale la pena. Ojalá yo supiera qué hacer para encontrar al tipo.”

“Ya va, no y que el amor de tu vida es tu novio ¿No es por eso que la bruja es maravillosa?”

“Él está bien, pero espero que no sea en hombre de mi vida qué depresión, no sabes lo soso que es en la cama.”

“No, no y no. Prefiero quedarme soltera no volver a tener sexo en mi vida. Yo nunca, escúchame bien, nunca besaré a un chavista. Esa gente destruyó el país y nos destruyó la vida todos.”

“Pero piénsalo. Podría ser un chavista originario o uno de estos que siempre ha creído en la revolución pero no ha hecho dinero con eso.”

“Con ninguno. Todos pertenecen al mismo grupo y todos nos han hecho mismo daño.”

Lady estaba tan molesta con Virginia que esta ni siquiera insistió. Pasaron los meses y Lady pudo finalmente olvidarse de toda esta locura. Ya un poco aburrida de sólo besar sapos, nuestra protagonista se unió a la moda de Tinder y salió con varios de sus likes. Uno de ellos resultó de lo mejor. Primero, no asumió que ella se iba a acostar con él por darle like a un par de fotos. Segundo, el primer chat no fue una sarta de “holas,” “qué haces,” o “te ves muy linda en esa foto.” La primera conversación fue sobre intereses y lecturas sobre el calentamiento global.

Reynaldo, así se llamaba el chico Tinder, era amable, cariñoso, atento, conversador, la llevaba a los mejores sitios, nunca la dejaba pagar, la verdad es que Lady se la pasaba muy bien con él, estaba muy contenta y aunque el no era el mejor sexo de su vida, por lo menos hacía en intento porque Lady también disfrutara.

Pero cuando las cosas son tan buenas en la vida uno empieza a dudar, y eso fue lo que le pasó a Lady. A las pocas semanas se empezó a fijar un poco más en Rey, él siempre tenía dinero, mucho efectivo que en esos días era más difícil de encontrar que el papel toilette o la carne a precio controlado. También hablaba de cuentas en dólares, siempre estrenaba ropa en un país donde la gente huye a pie del hambre, y lo más raro nunca se quejaba del país, ni decía que Maduro era un desgraciado, o que los medios se autocensuraban, o “por eso estamos como estamos.”

Y como todo aquel que busca lo que no quiere encontrar, Lady empezó a investigar, a stalkear Facebook, Twitter e Instagram y descubrió la verdad: Rey no sólo era un chavista, era un enchufado (dícese de los desgraciados que trabajan para el gobierno o son sus testaferros sólo por dinero, sin importarles más nada, y estoy siendo buena gente con esta definición).

No es que Lady estuviera en un dilema, ella sabía muy bien lo que tenía que hacer, pero era lógico que por un segundo repasara los buenos momentos que había vivido con Rey, lo querida que se sentía, lo amable que él era y lo mucho que se rieron.

Pero también se acordó de la gente muriéndose de hambre, de la gente muriéndose por falta de medicamentos, de todos sus amigos que están fuera del país pasando trabajo, de su primo que le mató la inseguridad, de su prima que la secuestraron tres veces, de todas las colas que ha tenido que hacer, de todos los recién nacidos que mueren porque no hay atención médica, de todas las horas sin luz, de la diáspora, de los asesinados en las protestas, de su hermano que nunca pudo despedirse de su abuela porque estaba lejos y sin dólares, del miedo a vivir porque en cualquier momento te puede pasar algo en la calle, de te sientes preso en tu casa, de la soledad por todo lo que hemos perdido, y es que el chavismo hasta destruyó el Miss Venezuela.

Y así mismo se la explicó a Rey. Sobre todo, le preguntó cómo hacía para vivir con su conciencia y le deseó que algún día pagara por todo el daño que él y toda su gente han hecho a tantas personas.

Lady terminó con un guayavo gigante, primero por la ruptura, sabes ese dolor que aparece cuando te acuerdas de que fuiste feliz y sabes que ya no lo serás más, al menos no del mismo modo. Segundo por el desengaño, esto era peor que unos cachos, y tercero, porque al final sí había besado a un chavista, bueno mucho más que besarlo, y le daba tanto asco recordar que era un enchufado.

Esta historia no tiene moraleja, Lady no besó al sapo-chavista y este se convirtió en un príncipe porque nada bueno sale de besar un chavista y un chavista nunca será un príncipe. Pero esta historia sí tiene un final feliz. La bruja tenía razón y después de besar su sapo-chavista, Lady conoció al amor de su vida, un papacito francés de médicos sin fronteras que estaba de voluntario en Venezuela y que se la llevó a vivir a París.

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