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Detrás de esta tragedia hay una madre


Detrás de cada niño que espera su quimio,

de cada pequeño que asume la muerte

por falta de insumos.

Detrás de cada neonato que no llega

a conocer el mundo,

simplemente porque no hubo luz ese día.

Detrás de cada día sin esperanza,

hay una madre.

No es una madre común.

Ella sonríe pese al pánico

de saberse perdida.

Ella guarda sus lágrimas

y consuela a su niño.

Ella no permite que la tragedia,

que Venezuela

se lleve a sus hijos.

Detrás de cada cama vacía,

de cada foto en Maiquetía.

Detrás de palabra de aliento

cuando la nostalgia golpea,

hay una madre.

No es una madre común.

Ella ha tenido que disimular su soledad,

Ella ha tenido que fingir que todo está bien.

Ella ha tenido que callar que no tiene que comer.

Ella no permite que sus hijos en la lejanía

conozcan su tristeza.

Detrás de cada torturado,

de cada arresto ilegal,

de cada condena indefinida.

Detrás de cada cuerpo violado,

hay una madre.

No es una madre común.

Ella tiene que pelear

para visitar a su hijo en la cárcel,

denunciar cada atropello,

lidiar con abogados, jueces,

prensa y gobierno.

Ella tiene que luchar,

meses, años,

para que su hijo escape

de ese infierno.

Detrás de cada plato vacío,

de cada larga línea

para comprar un pedazo de pan.

Detrás de cada mujer hurgando la basura,

hay una madre.

No es una madre común.

Ella deja de comer por sus hijos.

Ella hace lo que sea por un poco de pan.

Ella carga el cuerpo

de su hija muerta de inanición

hacia la morgue.

Detrás de cada bala en el pecho,

de cada lacrimógena en la cabeza,

de cada colectivo disparando a diestra

y siniestra,

de cada uniformado sin escrúpulos.

Detrás de cada gota de sangre

hay una madre.

No es una madre común.

Ella perdió un hijo una tarde de protesta.

Ella enterró un hijo con el tricolor

sobre su ataúd.

Ella guarda sus lágrimas en casa

y se une a la protesta.

Ella no permite que su hijo

se borre de la historia de Venezuela.

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